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Las emociones en tiempos del COVID-19

Nuestras experiencias son filtradas, muchas veces, por las emociones que sentimos y el significado que estas le dieron a los acontecimientos.

ACTUALIDAD

ESCRITO POR: MALOKA

Introducción

 

Nuestras experiencias son filtradas, muchas veces, por las emociones que sentimos y el significado que estas le dieron a los acontecimientos. Evitar el peligro y buscar recompensas ha sido fundamental en nuestra supervivencia, pero por estos días las emociones nos pueden jugar una mala pasada y convertirse en un enemigo silencioso poniendo en peligro nuestra salud física y mental.

Muy pocos han sido los eventos donde toda la humanidad está seriamente preocupada por lo mismo al mismo tiempo, y a diferencia de otras pandemias, la conexión actual entre las poblaciones es tan cercana que el virus SARS-CoV-2 podría propagarse rápidamente en los casi 8000 mil millones de personas que habitan el mundo. Ante esto, la cuarentena y en el aislamiento social, en los casos que lo requieren, han sido las medidas más viables para ralentizar la propagación del virus y poder tratar, en lo posible, de evitar el colapso de los sistemas de salud. Sin embargo, tantas personas en sus casas o en refugios comunitarios con acceso a diferentes medios de comunicación se encuentran saturadas de un flujo constante de información aterradora que ha generado angustia, desesperación y pánico. Como en los capítulos más antiguos de nuestra historia, nuestros cerebros están en máximo nivel de estrés ante un depredador desconocido, desafiando nuestra racionalidad y obnubilando la realidad de lo que verdaderamente es la enfermedad y sus alcances.

Al igual que en otras experiencias negativas, las noticias fatales son las primeras en aparecer y las últimas en irse de nuestros recuerdos. Ante el COVID-19 nos fijamos más en lo fatal que nos muestran las cifras y no en los hechos positivos de pacientes recuperados, países que ya superaron su pico de contagio y muertes, las historias de los héroes que combaten día a día la pandemia y los cambios que esto traerá a nuestras vidas. Reconocer cómo nos sentimos es fundamental a la hora de regular la montaña rusa de emociones que trajo esta pandemia.

Miedo

 

Aunque sentirse ansioso y con temor es normal en estos días, especialmente si nuestro miedo nos recuerda que podemos enfermarnos y morir, hay razones suficientes para no permitir que esta ansiedad nos lleve a un estrés agudo o incluso crónico, pues nuestro cerebro tiene programado una respuesta rápida incorporada al peligro y que pone en marcha un plan fisiológico haciendo que los corazones latan más rápido, la presión arterial y la respiración aumenten, los músculos estén listos para huir o para atacar. Este programa es inducido por el estrés y hormonas como la adrenalina, noradrenalina y cortisol que una vez superado el peligro vuelven a su normalidad, pero si estas hormonas persisten demasiado tiempo en nuestro cuerpo pueden generar serios problemas cardiovasculares, digestivos, depresión clínica e irónicamente nuestro sistema inmune decrece siendo fácilmente invadido por una infección viral como el COVID-19. Es así como estar mucho tiempo estresados pensando y angustiándonos por el coronavirus puede realmente poner nuestra salud en verdadero peligro. Por si fuera poco, el miedo empieza a moldear nuestro comportamiento, dormir se vuelve muy difícil, la irritabilidad aparece y si se le suman dificultades económicas o de convivencia, el miedo alimentará la violencia y esta puede llevar a las rupturas familiares o incluso al maltrato. Todo esto puede ocurrir sin darnos cuenta, el miedo es la emoción más antigua presente en nuestro cerebro y su respuesta rápida nos ha permitido sobrevivir ante los peligros, pero el miedo no permite ni siquiera pensar, ese es el verdadero problema: como humanos tenemos la tendencia biológica a exagerar las amenazas y a darle prioridad a las experiencias negativas o desconocidas. Entonces, aunque el COVID-19 es una amenaza para todos es importante racionalizar la amenaza para no exponernos a un estrés agudo o crónico que traiga consecuencias más graves para nuestra salud. Racionalizar el miedo significa ser conscientes de lo que es y lo que no es el virus y la enfermedad, sus alcances y sus efectos en la vida personal y familiar. En Perú, más de diez personas murieron por tomar un brebaje que los salvaba supuestamente del virus; en varios países los insumos de papel higiénico, medicamentos y alimentos fueron agotados las primeras semanas de la cuarentena, dejando a muchas personas sin insumos; muchos ciudadanos han ingerido desinfectantes y productos tóxicos para protegerse del virus llevándolos a la muerte o a cuidados intensivos; casos como estos solo exponen que el miedo muchas veces es más peligroso que la propia amenaza.

Tristeza

 

“Es lo más triste que he tenido que ver en más de diez años siendo enfermera, no me refiero a la muerte, me refiero a ver a los pacientes morir solos”. Mencionó una enfermera de Italia.

“No puedo abrazar a mi hija de un año de nacida, es quizás una de las cosas que más me duele” Mencionó médico cirujano de Madrid, España.

Historias como estas son conmovedoras y se hacen visibles por estos días. La vulnerabilidad de nuestra propia humanidad se ha visto expuesta y es cada vez más fácil ceder ante el llanto, la desolación y la angustia. Los seres humanos necesitamos unos de otros para sobrevivir y el contacto físico ha sido un medio para superar el dolor en el grupo, los abrazos, las caricias y los besos son necesarios para nuestra vida y para nuestra salud. Sin embargo, el distanciamiento social, la cuarentena y los protocolos de bioseguridad nos alejaron de esos mecanismos de ayuda que nos otorgó la naturaleza, aun así todavía hay uno que nos protege de estos días difíciles: la tristeza.

Aunque parezca extraño, la tristeza cumple varias funciones vitales en nuestra vida. Todos evitamos estar tristes y no es nada agradable sentirnos así. De hecho, estar tristes por un buen tiempo puede llevarnos a problemas de salud serios, pero esta emoción pasa por tres procesos fisiológicos y en su último, inicia un mecanismo tranquilizante que finaliza en llanto y llorar le hace bien al cuerpo y a la mente. Cuando lloramos nuestro cerebro libera una serie de neurotransmisores, que son sustancias químicas, que nos proporcionan alivio físico y mental, incluso libera sustancias que son analgésicos naturales, por eso después de llorar tenemos una sensación de alivio. Aunque los días tristes en estos tiempos vengan con fuerza, llorar es una salida rápida y reconfortante, esto mientras no se vuelva el común porque entonces podríamos enfrentarnos a otros problemas más complejos. Si usted siente que es agobiante la situación y emocionalmente se siente desolado, permítase caer en el llanto y luego respire para continuar, recuerde que esto es momentáneo y pasará.

Ira

 

Las cifras de infectados y muertes por COVID-19 no son las únicas que están preocupando a las autoridades nacionales. Homicidios, violencia intrafamiliar, ataques de ira, riñas y maltrato infantil van en aumento. Desde el inicio de la cuarentena en el país, se han reportado cerca de 1674 casos de violencia intrafamiliar y esto podría empeorar. Parece que la separación entre humanos es muy difícil, pero estar juntos es muy peligroso. La violencia intrafamiliar tiene muchas aristas de abordaje, lo que está ocurriendo no es más que una realidad que lucha por dejar el anonimato de puertas para adentro. Así, muchas personas hoy no solo enfrentan una crisis de salud y económica, sino una amenaza directa contra sus vidas por parte de los miembros de su familia. La irritabilidad, el poco manejo del estrés, la impulsividad y las fluctuaciones de ánimo y de ingresos pueden ser pequeños detonantes para liberar esa carga emocional con los más cercanos. Ante el peligro, el cerebro ejecuta una respuesta de estrés para sobrevivir, con ello las posibilidades se reducen a huir o atacar, siendo la última, la opción más devastadora y más peligrosa, pues huir siempre será mejor. Cuando el cuerpo decide atacar se activan una serie de cambios fisiológicos tan fuertes en el cuerpo que pone en riesgo la propia vida y podemos morir por un ataque cardiaco o un derrame cerebral, incluso podemos lastimar seriamente a alguien a quien amamos sin darnos cuenta, ahí la violencia aparece y cobra víctimas. El covid-19 no es el causante de esto, simplemente las dificultades propias de la convivencia y la falta de manejo emocional puede llevarnos a cometer actos irreparables ¿Qué hacer? Reconocer que las personas con las que convivimos nos son nuestros enemigos y que las circunstancias que estamos enfrentando son difíciles para todos, que la irritabilidad puede surgir en cualquier momento, pero no es excusa para lastimar a los otros. En estos momentos la humanidad y las familias deben estar más unidas que nunca, pues las crisis solo puedan ser superadas en grupo y si el grupo se fractura no se podrá sobrevivir. Estar enojados es natural, estresarnos y preocuparnos también, pero llegar a la violencia es romper la cuerda que nos sostiene. Si sus niveles de enojo van en aumento por estos días, aléjese de las discusiones y los conflictos familiares, respire profundo y cambie de actividad, así podrá manejar la tensión de estar en cuarentena. Raras veces lograremos dominar la ira, pero lo que sí podemos hacer es regular nuestros comportamientos, así, la convivencia será posible. En caso que esté experimentando violencia intrafamiliar no dude en buscar ayuda, pues en estos momentos una llamada oportuna puede salvar vidas.

Alegría

 

Si el dolor y la muerte nos fracturan, el amor nos une. No todo es tan terrible como parece serlo, la humanidad siempre ha encontrado la posibilidad de surgir y ser más fuerte después de las crisis y esta no será la excepción. Aunque las noticias fatales nos inunden de pánico y aumentan nuestra angustia, también hay días de optimismo, alegría y amor. Hoy, el COVID-19 se ha llevado más de 170.000 mil personas, pero también son más las personas que se han recuperado, los gestos de bondad y solidaridad se han multiplicado como nunca antes habíamos visto y los héroes reales salieron a dar la batalla. Hoy, el mundo parece otro, se oscurece de vez en cuando, pero resplandece mucho más. Hay cantos y aplausos en todo el mundo, hay filas organizadas, hay tiempo de estar en familia después de años de no vernos, hay aviones cargados de ayuda para el mundo entero, la naturaleza se recupera, los animales recorren libremente las calles, hay una fiesta cada vez que alguien sale del hospital, hay espacio para sonreír y para volver a amar lo verdaderamente importante.

Numerosos estudios científicos muestran que las emociones positivas como la alegría pueden deshacer los efectos adversos del estrés. Acciones como bailar, correr, reírnos, enamorarnos tener metas, entre otros, aumentan sustancias químicas del cerebro como la serotonina y la dopamina que le proporcionan a nuestro cuerpo bienestar físico y mental. Además, un sistema nervioso tranquilo fortalece el sistema inmune, algo muy apropiado para combatir cualquier infección y enfermedad. Si esto es así, ¿cómo podemos estimular las emociones positivas en un momento de miedo como este? Haga ejercicio, un estudio reveló que con siete minutos es suficiente para que el cerebro empiece a liberar dopamina, además también reduce problemas cardiovasculares en el futuro. Dormir bien es otra cosa que podemos hacer para estar tranquilos, así que cuando no pueda escuche música relajante, esta le ayudará a conciliar el sueño.

También intente sonreír más e imagine todo lo que hará cuando termine este capítulo de cuarentena, comparta momentos alegres con sus seres queridos y agradezca todo lo bueno que le ocurre día a día. De esta manera el miedo que ronda constantemente se podrá contrarrestar.

Referencias